Antes de la fiesta
* Empezar a trabajar en la organización alrededor de un año antes de la fiesta. Lo primero que se debe reservar es el salón (es el rubro con mayores problemas de oferta) y, si hay boda religiosa, la fecha en la iglesia: aunque suene increíble, por la alta demanda muchas tienen lista de espera, como si fueran una línea aérea.
* Luego se debe resolver el tema catering y bebidas, en tercer término el DJ, y finalmente todo lo demás.
* Al elegir el vestido, tener en cuenta que al tradicional blanco (pleno o con matices como el marfil y el tiza) se suman cada vez más el durazno, el dorado, el manteca, y también detalles de colores fuertes en lazos o accesorios y hasta la mezcla de texturas.
* Un alquiler a estrenar es una buena opción para gastar menos en el vestido de novia: se hace a medida y a gusto de la futura esposa, y después no hay que preocuparse por cómo ni dónde guardarlo porque se devuelve. También se pueden alquilar vestidos que hayan sido confeccionados para desfiles o producciones fotográficas.
* En cuanto a la vestimenta de las familias de los novios, es importante que padrinos y hermanos de los novios se pongan de acuerdo acerca de si usaran traje, smoking o jacket. Las madrinas no deberían compartir color.
* Los últimos ítems de los que ocuparse son las invitaciones (hay que calcular el tiempo que demande la impresión, el ensobrado y la personalización como para poder repartirlas un mes antes de la fiesta) y la compra del cotillón.
* Las participaciones son la primera impresión del casamiento, y por lo tanto anticipan qué onda tendrá. Así como hay fiestas modernas, clásicas, temáticas, vanguardistas, también hay invitaciones que reflejan cada uno de esos estilos desde el formato, la tipografía, los colores, el tipo de papel, el tamaño y los detalles (caricaturas e historietas para los más descontracturados; cuños para los más formales).
* Hay quienes prefieren las invitaciones en las que ambas familias participan, y quienes optan por los modelos en los que los propios novios son los que convocan.
* No hay que olvidarse de incluir todos los datos claves (lugar, fecha y hora de la ceremonia religiosa, lugar y hora de la fiesta, nombre de los novios o de los padrinos, y vía de contacto para RSVP, es decir teléfono y mail).
* Es preferible encargar participaciones de sobra y no arriesgarse a que a último momento haya invitados sin sus tarjetas.
* Junto con las participaciones se pueden repartir a los invitados los souvenirs de la boda. También hay quienes adjuntan el menú de la fiesta.
* En el mes previo a la boda hay que tratar de que sólo reste ocuparse de detalles o ajustes de último momento, como para no estresarse demasiado. Recordar que seguramente habrá imprevistos y conviene hacer todo lo posible para minimizar su cantidad y su importancia.
* Obviar los rubros innecesarios. Como cada vez las mujeres se casan más grandes suelen quedar pocas solteras entre las invitadas por lo que las tradicionales cintitas (que décadas atrás asomaban de la torta y luego se trasladaron a bowls con pétalos o con arroz) tienden a desaparecer. Un problema menos.
* Tener en cuenta costos ocultos -como el IVA, que no aparece en muchos presupuestos- y los impuestos de SADAIC Y ADICAPIF, que se pagan por la música durante la fiesta.
* Pueden celebrarse la ceremonia civil y la boda por iglesia el mismo día, para ahorrar gastos con una única fiesta.
* Para tener menos rubros que organizar, puede optarse por las quintas, estancias o salones que ofrecen paquetes cerrados. La desventaja es que en esos la mayoría de los casos no se pueden elegir proveedores.
* Si los amigos o familiares quieren y pueden colaborar, que lo hagan en las áreas que dominan. En otras palabras, por más buena voluntad que tenga el tío para filmar la ceremonia, si técnicamente sólo está en condiciones de trasladar la ambientación pedirle por favor que sólo haga eso.
* Negociar precios por grupo familiar para rubros como autos de alquiler, maquillaje o peinado.
* Entender que seguramente habrá invitados de edades y gustos diferentes en la fiesta. Tratar de que nadie se sienta excluído: si hay livings para los más jóvenes, prever mesas tradicionales para los mayores. Si hay muchos amigos o familiares que al día siguiente trabajan, pensar en una celebración que empiece temprano y no termine a las 9 a.m. Si hay chicos, pedirles menú acorde a la edad e imaginar cómo entretenerlos o las comodidades necesarias en caso de que asistan bebés.
* Procurar tener control sobre los homenajes o regalos de shows en vivo: que alguien cercano a los novios y dueño de cierto sentido común se ocupe de chequear el contenido, como para no arruinar la sorpresa. El alma más sensible puede tener pésimo gusto y contratar a los peores mariachis del continente.
* No sufrir si se detesta a la familia política, ¡o incluso a los propios padres!: la mesa principal bien puede estar integrada por los novios y sus hermanos, o sus amigos más queridos.
* Si la novia se va a preparar en una habitación de hotel, hay que citar a la maquilladora, el peinador y el diseñador o la modista en horarios precisos y coordinados. También se debe tener en cuenta el espacio del que se dispone en la habitación, como para que todos trabajan cómodos porque seguramente estarán por allí (ayudando o molestando) hermanas, amigas y madrinas.
* Salir con tiempo para el salón o la iglesia: rutas cortadas por la niebla, un desperfecto mecánico del remise, un inoportuno piquete, la lluvia: son muchos los factores que pueden demorar el tránsito. Es preferible llegar unos minutos antes y esperar para hacer la gran entrada y no hacer que por arrastre todo se atrase desde el comienzo de la celebración.
* Si la boda es con misa de esponsales, conviene avisar a los invitados acerca de la duración.
* Al entrar a la iglesia, recordar que -mirando hacia el altar- la novia ingresa del lado derecho, y el padrino a la izquierda. Los padrinos del novio se ubican a la derecha del altar.
* En la iglesia, tener en cuenta el sonido. En algunas no hay buena acústica y hay que probar con anticipación si el resultado es el esperado o si conviene hacer algún cambio.
* Si hay cortejo, ensayar antes de la ceremonia. El día de la boda, en lo posible, que los chicos caminen detrás de la novia: suelen ser impredecibles y si ella no ve que alguno se arrepiente y huye, mejor porque se ahorra nervios.
* La ingrata tarea de llamar dos, tres, o cuatro veces para confirmar la presencia de los invitados vale la pena: una semana antes de la boda, en general, se termina de pagar el saldo del catering, y hay que minimizar los gastos inútiles.
* Tener en cuenta la necesidad de contar con un grupo electrógeno. Y analizar si se requiere el alquiler de una carpa (los meteorólogos también se equivocan) y baños químicos, en caso de que no haya suficientes o las instalaciones no sean las adecuadas. Hay algunos baños químicos muy sofisticados y elegantes, tipo trailers, que tienen hasta mesadas y espejos. Pero siempre conviene sumar bien: a veces, el combo carpa más baños cuesta más caro que alquilar un salón.
* Si la fiesta es en una quinta o estancia, conviene prever una fumigación para alejar el peligro de una invasión de mosquitos.
lunes, 2 de marzo de 2009
Excusas para celebrar
1 año: Bodas de Papel
2 años: Bodas de Algodón
3 años: Bodas de Cuero y/o Piel
4 años: Bodas de Lino
5 años: Bodas de Madera.
6 años: Bodas de Hierro
7 años: Bodas de Lana
8 años: Bodas de Bronce
9 años: Bodas de Barro
10 años: Bodas de Aluminio
11 años: Bodas de Acero
12 años: Bodas de Seda
13 años: Bodas de Encaje
14 años: Bodas de Marfil
15 años: Bodas de Cristal
20 años: Bodas de Porcelana
25 años: Bodas de Plata
30 años: Bodas de Perla
35 años: Bodas de Coral y/o Jade
40 años: Bodas de Rubí
45 años: Bodas de Zafiro
50 años: Bodas de Oro
55 años: Bodas de Esmeralda
60 años: Bodas de Diamante
65 años: Bodas de Platino
75 años: Bodas de Brillantes
2 años: Bodas de Algodón
3 años: Bodas de Cuero y/o Piel
4 años: Bodas de Lino
5 años: Bodas de Madera.
6 años: Bodas de Hierro
7 años: Bodas de Lana
8 años: Bodas de Bronce
9 años: Bodas de Barro
10 años: Bodas de Aluminio
11 años: Bodas de Acero
12 años: Bodas de Seda
13 años: Bodas de Encaje
14 años: Bodas de Marfil
15 años: Bodas de Cristal
20 años: Bodas de Porcelana
25 años: Bodas de Plata
30 años: Bodas de Perla
35 años: Bodas de Coral y/o Jade
40 años: Bodas de Rubí
45 años: Bodas de Zafiro
50 años: Bodas de Oro
55 años: Bodas de Esmeralda
60 años: Bodas de Diamante
65 años: Bodas de Platino
75 años: Bodas de Brillantes
¡Sí, quiero! (a mi wedding planner)
No todos quienes sueñan en organizar la gran fiesta de sus vidas pueden contratar a un prestigioso wedding planner para agasajar a sus invitados con una celebración inolvidable, en la que todo salga perfecto, y en la que -sobre todo- los anfitriones no transpiren ni una gota con la organización.
Cristina Mahne entrevistó a los principales wedding planners de la Argentina para que cuenten todos sus secretos. Por eso, ¡Sí, quiero! (a mi wedding planner) es un libro imprescindible a la hora de pensar cómo organizar la mejor fiesta de tu vida.
Cristina Mahne entrevistó a los principales wedding planners de la Argentina para que cuenten todos sus secretos. Por eso, ¡Sí, quiero! (a mi wedding planner) es un libro imprescindible a la hora de pensar cómo organizar la mejor fiesta de tu vida.
Bienvenidos a la jungla del glamour
Roberto Pettinato sostiene que es periodista, en la forma en que "lo son todos en Argentina: alguien que no estudió pero que corrió bajo los gases lacrimógenos". Algo similar pasa con las wedding planners, organizadoras de bodas en la traducción local. Son muchas las que se autoentregaron el diploma después de haber trajinado un par de salones en las que eludieron, con mayor o menor éxito, esquirlas de fin de fiesta.
También están las otras, las que agregaron esa chapa con oficio foráneo a su puerta después de haber sido durante décadas "la mujer que hace desde cumpleaños hasta casamientos y presentaciones de productos porque es una persona muy organizada".
Pero el consorcio está alborotado. Es que ambos grupos mantienen una convivencia forzada con otras vecinas: las que se prepararon a conciencia para armar una empresa que da cuerpo a su función de hada madrina y les permite consolidar una estrategia de negocio sustentable como prestadora de servicios aunque algún día llegue el apocalipsis del enlace y ya nadie decida casarse.
En este universo heterogéneo, hay historias fascinantes, hay imprevistos resueltos con maestría, hay profesionalismo, hay esfuerzo. Pero no todo lo que brilla es strass.
Las primeras wedding planners surgieron formalmente bajo ese rótulo en Argentina aproximadamente en el año 2000. Replicaban por entonces tímidamente la modalidad repetida en las bodas norteamericanas, donde el 70% de las fiestas de casamiento pasa por las manos de una organizadora.
En Estados Unidos, la tarea se masificó en los ´90 como una derivación de la contratación de terceros para planificar fiestas corporativas bajo el concepto de un verdadero espectáculo. La tradición del wedding planner, de todas formas, tiene orígenes más antiguos, porque la figura del organizador existe desde tiempos inmemoriales en las bodas de la realeza.
El paradigma de este trabajo bajo el modelo actual es el exhibido por Jennifer López en su protagónico del film "The wedding planner", que en el país se conoció como "Experta en bodas". En esa película, la caderona actriz interpretaba a Mary Fiore, una organizadora hiperkinética, obsesiva y un poco mandona que, cual Mac Giver de los enlaces, recurre a un clip de pelo para poner a punto un escote rebelde, le ordena al cura que está por oficiar una ceremonia que no puede ir al baño, y –como si integrara el grupo SWAT- luciendo un auricular en su oreja es capaz de ordenar un "Todos a sus puestos" y un "Cúbreme", sin que se le despeine el rodete.
En el interior de su saco tiene hisopos, carretes de hilo de distintos colores, broches, agua termal, calmantes, alicate, mentitas para combatir el mal aliento, pegamento instantáneo y vodka. "Es todo mi universo", dice. Sabe cuál es la combinación exacta de limón y sal para sacar los vestigios de la crema autobronceante, le pasa letra al padrino para que arme su cursi speech y se jacta de poder predecir con exactitud cuánto tiempo durará una pareja con sólo verla en la boda.
Claro que esta directora de las orquestas nupciales de San Francisco tiene un flanco débil: se enamora del futuro marido de su próxima clienta.
Estereotipadas o no, ninguna de sus réplicas locales alude a su trabajo como un oficio, es decir como un saber que se adquiere con la práctica. Quizás porque les parece más marketinero, todas lo definen como una profesión. Suena como algo más certificado.
El motivo más repetido que esgrimen quienes las contratan es la falta de tiempo para planear un casamiento. Por una cuestión cultural, en Argentina sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres la responsabilidad de ponerse la fiesta al hombro. Pero no sólo ellas están cada vez más ocupadas en sostener girando en simultáneo sobre las varas los platillos del trabajo, la familia y el estudio, sino que además con la incorporación incesante de más y más rubros con los que enriquecer la celebración, no hay agenda ni cerebro capaz de barajar tanto dato, tanto presupuesto, tanto proveedor.
El huevo y la gallina de esta industria, entonces, fueron y son las mujeres -como protagonistas mayoritariamente de la demanda y a la vez de la oferta de wedding planners- y el descubrimiento de una oportunidad comercial. Las mujeres son el motor del negocio y lo retroalimentan. Unas pagan (o le ordenan pagar a su futuro marido) un servicio seducidas por la posibilidad de tener más certezas de disfrutar y no padecer la inminente fiesta. Y por la personalización -o la customización, dicen los estrategas del marketing- que no es otra cosa que prometer un producto a medida, que supuestamente refleje la identidad de los anfitriones y a su vez no insista con ideas ya remanidas, quemadas en bodas anteriores.
Las otras, las que lo venden, saben que si bien por ahora hay mercado para muchas, la selección natural de las especies hará que sólo las más aptas sobrevivan.
También están las otras, las que agregaron esa chapa con oficio foráneo a su puerta después de haber sido durante décadas "la mujer que hace desde cumpleaños hasta casamientos y presentaciones de productos porque es una persona muy organizada".
Pero el consorcio está alborotado. Es que ambos grupos mantienen una convivencia forzada con otras vecinas: las que se prepararon a conciencia para armar una empresa que da cuerpo a su función de hada madrina y les permite consolidar una estrategia de negocio sustentable como prestadora de servicios aunque algún día llegue el apocalipsis del enlace y ya nadie decida casarse.
En este universo heterogéneo, hay historias fascinantes, hay imprevistos resueltos con maestría, hay profesionalismo, hay esfuerzo. Pero no todo lo que brilla es strass.
Las primeras wedding planners surgieron formalmente bajo ese rótulo en Argentina aproximadamente en el año 2000. Replicaban por entonces tímidamente la modalidad repetida en las bodas norteamericanas, donde el 70% de las fiestas de casamiento pasa por las manos de una organizadora.
En Estados Unidos, la tarea se masificó en los ´90 como una derivación de la contratación de terceros para planificar fiestas corporativas bajo el concepto de un verdadero espectáculo. La tradición del wedding planner, de todas formas, tiene orígenes más antiguos, porque la figura del organizador existe desde tiempos inmemoriales en las bodas de la realeza.
El paradigma de este trabajo bajo el modelo actual es el exhibido por Jennifer López en su protagónico del film "The wedding planner", que en el país se conoció como "Experta en bodas". En esa película, la caderona actriz interpretaba a Mary Fiore, una organizadora hiperkinética, obsesiva y un poco mandona que, cual Mac Giver de los enlaces, recurre a un clip de pelo para poner a punto un escote rebelde, le ordena al cura que está por oficiar una ceremonia que no puede ir al baño, y –como si integrara el grupo SWAT- luciendo un auricular en su oreja es capaz de ordenar un "Todos a sus puestos" y un "Cúbreme", sin que se le despeine el rodete.
En el interior de su saco tiene hisopos, carretes de hilo de distintos colores, broches, agua termal, calmantes, alicate, mentitas para combatir el mal aliento, pegamento instantáneo y vodka. "Es todo mi universo", dice. Sabe cuál es la combinación exacta de limón y sal para sacar los vestigios de la crema autobronceante, le pasa letra al padrino para que arme su cursi speech y se jacta de poder predecir con exactitud cuánto tiempo durará una pareja con sólo verla en la boda.
Claro que esta directora de las orquestas nupciales de San Francisco tiene un flanco débil: se enamora del futuro marido de su próxima clienta.
Estereotipadas o no, ninguna de sus réplicas locales alude a su trabajo como un oficio, es decir como un saber que se adquiere con la práctica. Quizás porque les parece más marketinero, todas lo definen como una profesión. Suena como algo más certificado.
El motivo más repetido que esgrimen quienes las contratan es la falta de tiempo para planear un casamiento. Por una cuestión cultural, en Argentina sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres la responsabilidad de ponerse la fiesta al hombro. Pero no sólo ellas están cada vez más ocupadas en sostener girando en simultáneo sobre las varas los platillos del trabajo, la familia y el estudio, sino que además con la incorporación incesante de más y más rubros con los que enriquecer la celebración, no hay agenda ni cerebro capaz de barajar tanto dato, tanto presupuesto, tanto proveedor.
El huevo y la gallina de esta industria, entonces, fueron y son las mujeres -como protagonistas mayoritariamente de la demanda y a la vez de la oferta de wedding planners- y el descubrimiento de una oportunidad comercial. Las mujeres son el motor del negocio y lo retroalimentan. Unas pagan (o le ordenan pagar a su futuro marido) un servicio seducidas por la posibilidad de tener más certezas de disfrutar y no padecer la inminente fiesta. Y por la personalización -o la customización, dicen los estrategas del marketing- que no es otra cosa que prometer un producto a medida, que supuestamente refleje la identidad de los anfitriones y a su vez no insista con ideas ya remanidas, quemadas en bodas anteriores.
Las otras, las que lo venden, saben que si bien por ahora hay mercado para muchas, la selección natural de las especies hará que sólo las más aptas sobrevivan.
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